No se ignora que la novela de Paul Groussac de 1884, “Fruto vedado”, tiene por escenario la ciudad y la campaña de Tucumán, en buena parte de sus capítulos. La empezó a escribir en París, en su viaje de 1882, y le dio el nombre de ficción de “provincia azucarera de San José”. Esto porque Groussac había pasado más de una década (1871-1883) enseñando y escribiendo entre nosotros.
En su descripción del ambiente social tucumano, se detiene en la arraigada vocación social por la chismografía. Ella era, escribe, “un elemento vivaz que mantenía alborotadas las diminutas olas del lago provincial y renovada incesantemente la atmósfera pesada”, como una “sal de la azucarada tierra”. El chisme “representaba en San José lo que en otras partes la producción literaria y artística, la especulación intelectual, el ejercicio de las facultades inventivas para impedir su atrofia completa: en fin, el vuelo imaginativo cernido sobre la chata realidad para engalanarla y para transformarla”.
En efecto, “la habladuría callejera y social era en San José una verdadera institución de pública utilidad, y su influencia era tan poderosa como legítima. Esta plácida aldea mediterránea y tropical -donde la siesta era de tan estricta observancia que quien atravesará la plaza de una a cuatro de la tarde sufría vehementes sospechas de andar en pasos pecaminosos- no puede uno figurársela decentemente privada de la saludable y benéfica maledicencia: a las pocas generaciones, el marasmo y el reblandecimiento cerebral habrían triunfado de ese vecindario alegre y relativamente chispeante y divertido”. Era un “verdadero poder oculto de la población”.